¡Bienvenidos/as!

La escuela primaria Nro. 19 les da la bienvenida a todas las familias, a nuestro espacio virtual .Esperamos que disfruten y puedan navegar por nuestro blog. Muchas Gracias. Abrazo.Nos veremos prontito. Equipo docente.

miércoles, 5 de agosto de 2020

5to A Seño Alejandra Barreto


Curso 5to A Docente Barreto Alejandra
Área Matemática
DESAFIANDO NUESTRAS MENTES

Todos sabemos que las matemáticas siempre nos resultan complicadas por que hay muchos pasos en los que hay que pensar. Pero si prestamos atención a los siguientes cuadros ya no tendremos dificultades cuando debamos resolver situaciones problemáticas con muchos o pocos pasos.





















                               ORDENA DE 1 AL 4 LOS PASOS A SEGUIR


ESCRIBO LA SOLUCION

LEO BIEN EL ENUNCIADO


ORGANIZO LOS DATOS

REALIZO LAS OPERACIONES



OTRO PROBLEMA CON EL QUE NOS ENCONTRAMOS ES CUANDO DEBEMOS DECIDIR CON CUAL DE LAS CUATRO OPERACIONES (suma resta multiplicación o división) NOS AYUDARÁ A RESOLVER EL PROBLEMA.
VAMOS A OBSERVAR EL SIGUIENTE CUADRO PARA PODER ENTENDER UN POCO MAS.

















MANOS A LA OBRA CON LO QUE HEMOS APRENDIDO
  1. Vas a leer muy atentamente cada uno de las situaciones problemáticas y en cuanto tengas una duda vuelve a leer los cuadros anteriores que te servirán de guía para NO OLVIDAR LOS PASOS.
  2. VAMOS A PRECALENTAR LAS MENTES













3. GRANDES OFERTAS EN LA GRANJA DE DON JOSE
















A) En la granja de Don José están vendiendo pollos y conejos. Si cada conejo cuesta $390 y los pollos $420 ¿Cuánto dinero recaudó si vendió todo lo que tenia en el corral






4 CÁLCULOS MENTALES. DEBERÁS RESOLVER SIN HACER CUENTAS



                  más 10      más 100   más 1000  menos 100






PRÁCTICAS DEL LENGUAJE 
EL BASTÓN QUE SE HIZO ÁRBOL YA P E Y Ú , 1 7 78 Caminaba por la selva nocturna lo más tranquilo. Desde la oscuridad verde, una cantidad de ojos lo seguían con atención. La atención de los que temen ser comidos. Y la atención de los que comen si tienen la oportunidad. No había nadie que no tuviera la mirada clavada en el hombre. Los monitos miraban sin siquiera parpadear, salvo cuando los asustaba el aullido de sus hermanos monos, los monos aulladores. Los ojitos negros de los conejos del monte se abrían y se cerraban de los nervios que tenían. Desde una rama, un enorme loro rojo vigilaba inclinándose hacia adelante con las alas desplegadas, como quien se prepara para volar al menor peligro. Pero esto no era nada comparado con los ojos amarillos de un yaguareté que apenas si se veía escondido entre la maleza. Yaguareté: la verdadera fiera,  eso quería decir su nombre. Los guaraníes sabían que no había que nombrarlo, porque si lo hacían, se aparecía. Las manchas negras de su piel dorada le permitían camuflarse entre los arbustos espesos. En la oscuridad, sólo se percibían sus amenazantes ojos amarillos. Sin embargo, en aquellos ojos había un vago recelo. La desconfianza se debía a que el hombre llevaba en la mano algo que podía ser un arma. No era un arma. Era un bastón. Un simple bastón. O, más bien, una estaca; una gruesa rama de quebracho. El yaguareté no sabía que el hombre sólo la utilizaba para apoyarse al caminar. Había conocido otros palos que lanzaban fuego acompañados de un gran ruido, y les temía. De todos modos, el yaguareté decidió ir tras los pasos del hombre. No porque tuviera hambre, sino por pura curiosidad gatuna. Lo mismo hicieron los monitos, que saltaban de árbol en árbol. Y se les sumó un viejo coatí que andaba por ahí. El hombre no se daba cuenta del curioso séquito que lo acompañaba. Ajeno a aquellos mirones, caminaba bajo la luz caliente de la luna. ¿Hacia dónde irá?, se preguntaban los animales. No era frecuente que los hombres anduvieran a esas horas de la noche por la selva. El hombre parecía ir hacia la playa que formaba el río, al que todos conocían como el Río de los Pájaros, pero ahora los pájaros dormían con la cabeza metida debajo del ala. Apenas se oía el rumor del agua que corría. Y, de vez en cuando, los aullidos insolentes de los monos. Al llegar a la orilla, se agachó y tomó agua en el cuenco de la mano. Un pato serrucho, que dormía apaciblemente, se sobresaltó y se zambulló sin importarle que se le despeinara el copete. De pronto, el hombre volvió sobre sus pasos. Los animales que lo seguían retrocedieron precipitadamente, empujándose entre ellos. Caminó hacia el poblado. Se acercó a su casa, el edificio más grande. Se detuvo, como estudiando el terreno. Con la punta de la bota, rascó el suelo. La tierra era roja, pero parecía fértil. Entonces el hombre abrió las piernas, levantó la estaca por encima de su cabeza
¡
y la clavó en la tierra! Pareció que unas chispas saltaban de la punta de la estaca a medida que se hundía en la tierra. Las chispas iluminaron mágicamente la noche. Por un instante, una luz muy clara alumbró hasta el último rincón de la selva. El yaguareté pegó un brinco hacia atrás y, tan valiente él, salió corriendo como si lo persiguiera un demonio. Con un poderoso batir de alas, el loro rojo se perdió entre las estrellas. Y ni qué hablar de los monitos. La estaca quedó clavada en la tierra, como vibrando en la noche. El hombre, satisfecho, entró a su casa. EL BASTÓN Estos hechos extraordinarios sucedieron una noche de verano, más precisamente el 25 de febrero de 1778, en Yapeyú, territorio de las denominadas misiones guaraníes. El hombre era el capitán Juan de San Martín, teniente de gobernador de aquel caserío perdido en la selva. Los ancianos narran que nunca hizo tanto calor en Yapeyú como aquel día. El aire parecía rojo como la tierra roja. Un viento sofocante recorría las calles queriendo abrir las puertas cerradas por el sueño. El hombre no se desanimó. Nada lo iba a disuadir de cumplir con esa ceremonia casi secreta. Sólo doña Gregoria, su esposa, sabía de qué se trataba.  Don Juan se había hecho una promesa a sí mismo: cada vez que naciera uno de sus hijos, plantaría un árbol. El árbol crecería con ellos. Había plantado un árbol cuando nació María Elena, cuando nació Manuel, cuando nació Juan y cuando nació Justo. Ese día había nacido su quinto hijo, José. De modo que, antes de la medianoche, tomó la estaca que habitualmente usaba como bastón y salió. Le tenía cariño a aquella estaca. Se la había regalado un joven guaraní, Tayaoy. El palo grueso todavía estaba verde, tenía varios brotes. —Los árboles tienen alma —le había dicho Tayaoy—. Esta rama tiene alma. El alma del quebracho, que los padres de nuestros padres llamaron así porque su madera es tan dura que, al primer golpe, quiebra el hacha. —Este palo —agregó— tiene el poder de la vida. Los antiguos himnos guaraníes hablaban de un dios creador, a quien llamaban Nuestro Gran Padre. Este dios poseía una vara, una rama sin hojas de un árbol, de la que salía la neblina con la que creó el mundo. La vara (o la estaca, como queramos llamarla) poseía, entonces, el poder de la vida, como había dicho Tayaoy. Y era también un símbolo de poder. A los caciques se les daba una vara como señal de mando. Don Juan no entendía del todo la lengua guaraní, pero creía que la palabra yvyra quería decir «palo», «vara» o «estaca» y significaba, además, «árbol». El árbol del que emana la vida. Los caciques principales estaban muy orgullosos de sus varas de mando. Sentían que, sin ellas, perdían su autoridad. Decían que las habían recibido de Dios y del rey. Desde luego, el señor teniente de gobernador era la autoridad máxima de Yapeyú, no necesitaba ninguna vara que reconociera su poder. Pero le había conmovido que Tayaoy le regalara esa estaca. Por eso la plantó como señal de que había nacido José, su quinto hijo. YVYRA La estaca hincada en la tierra quedó sola en la noche. Algunos bichitos se posaron en ella de entrometidos nomás. El viento probó tumbarla pero sin éxito. Los días que siguieron fueron monótonos, no pasaba nada. Por arriba. Porque debajo ocurría un mundo. 16 Lo primero que hizo la rama fue sacar unas raicitas todavía débiles, como con pelitos. Esas raíces pequeñísimas tomaron agua de la humedad de la tierra. En el agua había sales con las cuales se alimentaría. Así, con el transcurrir de los días, las raicitas se convirtieron en unas señoras raíces, cada vez más gruesas, más y más largas. Las raíces crecían hacia abajo. Vaya uno a saber cómo sabían que debían crecer hacia abajo. Pero lo cierto es que las raíces crecían hacia el centro de la tierra. Echando raíces, la estaca establecía su domicilio ahí, cerca de la casa de la familia San Martín. «Aquí estoy», parecía decir «y de aquí no me muevo». Pasó algún tiempo. Las sales que traían las raíces subieron por el tronco. Y la rama empezó a sacar brotes y de los brotes nacieron ramitas y de las ramitas hojas. ¡El bastón de don Juan se había convertido en un árbol! Un árbol pequeñito aún, pero árbol al fin. Por aquel entonces, si el árbol hubiera tenido oídos, habría oído los llantos de José cuando pedía la teta o cuando no le cambiaban los pañales. En la primavera, el árbol creció y se llenó de pájaros. En esos días, doña Gregoria salió a tomar aire con el 17 niño. Para jugar, lo apoyó de espaldas sobre el tronco todavía delgado del quebracho. Se alejó un poco y estiró los brazos invitándolo a caminar. —¡Ea, José! ¡Que tú puedes! En ese momento, José y el árbol tenían diez meses, puesto que uno había nacido aquel 25 de febrero y al otro lo habían plantado esa misma noche. El antiguo bastón siguió creciendo. Los árboles crecen porque se estiran hacia el sol en puntas de raíces, que es como decir en puntas de pie. Crecen porque buscan la luz. También José creció. Dio los primeros pasos, balbuceó las primeras palabras, se escapó alguna vez al río con el perro de la casa. José tenía tres años, y el quebracho también, cuando los San Martín se fueron para siempre. Como José, el árbol siguió creciendo. En Yapeyú, porque los árboles una vez que echan raíces se quedan allí. El muchachito, en cambio, andaría por otras tierras. Bajaría por el río hasta llegar a Buenos Aires. Cruzaría el océano para ir a España. Y hasta surcaría los desiertos de África. El quebracho, mientras tanto, trepó hacia el cielo. Su tronco se hizo grande, poderoso. Los vientos se  detienen entre su follaje. Los pájaros construyen nidos seguros en sus ramas gruesas. Cuentan los ancianos que el árbol todavía sigue allí, derecho y orgulloso. Como cuando era bastón.


UN HERMOSO CUENTO, VALIO LA PENA HABERLO LEIDO Y DISFRUTADO

  1. De quien habla el cuento.
  2. Padre de quien fue.
  3. Cual era la tradición que cumplía el protagonista.
  4. Donde sucedió el cuento.
  5. Que significaba cada vez que plantaba un árbol.
  6. Para los aborígenes cual era el significado de plantar un bastón





                CIENCIAS SOCIALES
Los invito a que disfruten de este vídeo donde podrán conocer a las diversas mujeres que participaron en en las diferentes guerras de la independencia y cual fue su participación en ellas.




                                                       Manos a la obra
Una vez que vean el vídeo van a elegir a una de las valerosas mujeres luchadoras por nuestra independencia y completarán un cuadro donde podremos ver su vida.
Nombre completo
foto o dibujo
Donde y cuando nació En que batallas estuvo Amiga de que prócer fue Cuando y como murió




























                      CIENCIAS NATURALES

1.A TODOS LOS JUSTAN LOS ANIMALES, VAN A VOLVER A LEER EL BASTON UN CUENTO QUE ESTAN EN PDL. Y VAN A REALIZAR UNA LISTA CON TODOS LOS ANIMINALES QUE ALLI APARECEN .
  1. EN UN MAPA DE LA REPUBLICA ARGENTINA POLITICO VAN A PINTAR LA PROVINCIA QUE SE NOMBRA EN EL CUENTO.
  2. DE TODA LA LISTA DE ANIMALES VAS A SELECCIONAR DOS QUE MAS TE GUSTEN O TE LLAMEN LA ATENCION O QUIERAS
    1. APRENDER UN POCO MAS DE LO QUE YA SABER Y VAS A ARMAR UNA FICHA COMO LA SIGUIENTE .
    NOMBRE
    FOTO O DIBUJO


    HABITAD PELAJE O PLUMAJE ¿ESTA EN PELIGRO DE EXTINCION